Mis manos ya están ampolladas de juntar los fragmentos que desprendo al pasar cada vez que me comienzo a derrumbar. De intentar, en vano, construirme nuevamente sabiendo de antemano que no voy a poder, que me es imposible restaurar.
Miro el reflejo de mi persona dentro de mis ojos y trato de consumir la oscuridad que llevan dentro, para luego vomitarlo en colores y recuperar el brillo que le quitaron tiempo atrás.
Mi sombra se empieza a cansar de bailar con la mala suerte y decide marcharse de ésta pista con borde filoso que corta mis entrañas cada vez mas profundo, cada vez un poco más. De hecho, si me pongo a buscar dentro mío, sólo voy a encontrar pestes intentando abarcar lo poco que queda de mi.
Cada instante en el que un arco iris empieza a dibujarse, el cielo comienza a nublarse de risas con complejos de superioridad. Eso me obliga a encerrarme en mi habitación a querer quererme un poco o, quizás, darme un respiro.
Cuelgo mis pensamientos vacíos en un tendero ubicado en lo mas profundo de mi subconsciencia, pero por algún motivo éstos se recrean una y otra vez, pero con diferentes títeres pero el mismo titiritero. No logro distinguir quien es, pero tiene una sonrisa particular, que me inspiran una leve claustrofobia, como si las paredes empezaran a cerrarse dejandome atrapado en una caja de Pandora.
Pero entre acto y acto, encontré mi descanso. Éste consiste en enredar mis manos en su pelo, dibujarle una sonrisa y disfrutar de ello como si no hubiera nada ni nadie a mi alrededor. Eso desfigura la risa del manipulador de dichos actos y muta, poco a poco, a una mueca un tanto extraña que me es familiar. La agonía.
Personalmente creo que debería dejar de tararear tonadas de angustia y empezar a enredar mis manos mas a menudo.
LO AMÉ.
ResponderEliminarMagnífico.
ResponderEliminar