sábado, 21 de febrero de 2015

Poema


El se invitó a retirar
De la vacía y pequeña ciudad
Rellena de rasgos y de entorno laboral
Se retira a vivir la libertad

Amistoso con los ríos
Enamorado del mar
Disfrutaba
Con sus ojos el pasar (del tiempo)

Muchachito, ¿dime donde vas?
Diviértete con los pájaros al navegar

Disfrutando del sol
Sonriendo ya sin vida
Disfrutó
Sus viajes al pasar

miércoles, 18 de febrero de 2015

¿A quien culpar cuando se nada en la nada?

-Díganos todo lo que vio de los hechos ocurridos anoche a las 21.46 p.m
- Todo lo que pude observar, lo hice desde la bisagra de la puerta. Apenas un pequeño haz de luz se filtraba entre el hueco angosto que se forma entre la puerta y la pared. 

 No escuche cuando entró, simplemente lo vi parado frente a mi. Era de contextura escuálida y la palidez de sus manos resaltaba por el brillo de la luna que entraba desde la ventana del living. Creí que era ella. Siempre llegaba a esa hora, me daba de comer y se quedaba charlando conmigo un buen rato. Me contaba sus cosas, sus días, sus amores pasajeros en el 60 camino a la facultad. Yo no lo entendía, nunca la entendía, ¿Como iba a hacerlo si esas cosas eran desconocidas para mi? Pero la escuchaba, siempre la escuchaba. Ignoré el hecho de que aún era temprano para su arribo a casa. No es mi culpa, no hay relojes en donde estoy, y de haberlos, no sabría leerlos. 
 Una hora más tarde, ella entró gritando mi nombre, saludandome con esa dulzura y simpatía que tanto la caracterizaban. Ahí fue cuando me di cuenta que la persona que esperaba del otro lado de la pared era un que o un quién. Me desesperó el hecho de que mis gritos se ahogaran junto con ella.
 Digo con ella porque... porque él la asfixió. Salió de la sombra en la cual se ocultaba y la atacó por la espalda. No pude verlo con claridad, pero al oír el sordo sonido de su traquea romperse... quebrarse... hacerse añicos en sus manos, supe que la había matado.
-¿Por qué no intervino en la situación?
-Porque, paradojicamente, solo podía hacer lo que hago día tras día en esa esfera de cristal rebalzante de agua tibia. Nada.

jueves, 13 de febrero de 2014

Descanso

Mis manos ya están ampolladas de juntar los fragmentos que desprendo al pasar cada vez que me comienzo a derrumbar. De intentar, en vano, construirme nuevamente sabiendo de antemano que no voy a poder, que me es imposible restaurar.

 Miro el reflejo de mi persona dentro de mis ojos y trato de consumir la oscuridad que llevan dentro, para luego vomitarlo en colores y recuperar el brillo que le quitaron tiempo atrás.

 Mi sombra se empieza a cansar de bailar con la mala suerte y decide marcharse de ésta pista con borde filoso que corta mis entrañas cada vez mas profundo, cada vez un poco más. De hecho, si me pongo a buscar dentro mío, sólo voy a encontrar pestes intentando abarcar lo poco que queda de mi.

 Cada instante en el que un arco iris empieza a dibujarse, el cielo comienza a nublarse de risas con complejos de superioridad. Eso me obliga a encerrarme en mi habitación a querer quererme un poco o, quizás, darme un respiro.

 Cuelgo mis pensamientos vacíos en un tendero ubicado en lo mas profundo de mi subconsciencia, pero por algún motivo éstos se recrean una y otra vez, pero con diferentes títeres pero el mismo titiritero. No logro distinguir quien es, pero tiene una sonrisa particular, que me inspiran una leve claustrofobia, como si las paredes empezaran a cerrarse dejandome atrapado en una caja de Pandora.

 Pero entre acto y acto, encontré mi descanso. Éste consiste en enredar mis manos en su pelo, dibujarle una sonrisa y disfrutar de ello como si no hubiera nada ni nadie a mi alrededor. Eso desfigura la risa del manipulador de dichos actos y muta, poco a poco, a una mueca un tanto extraña que me es familiar. La agonía. 

 Personalmente creo que debería dejar de tararear tonadas de angustia y empezar a enredar mis manos mas a menudo.  

sábado, 11 de enero de 2014

Abismos

Estaba parado frente a ventanal observando como el cielo pintaba de gris el horizonte mientras que, simultáneamente, observaba mis emociones caer.
 Me encontraba en un décimo piso, por lo cual decidí usar el elevador que se encontraba a mis espaldas y ver si encontraba la felicidad que me faltaba dentro de esas penumbras. Al entrar, me invadió la curiosidad, por lo cual me propuse a recorrer los pisos, ya que mi felicidad podía esperar como siempre espera. Increíblemente ésta situación no me parecía extraña en lo absoluto. No era nada nuevo que trate de buscar mi color entre esa oscuridad que tanto me gustaba pero que a veces detestaba.

 El noveno piso no era más que un pasillo extenso con distintas tonalidades de verde, tanto en el alfombrado del piso como en el terciopelo de las paredes. El pasillo finalizaba en una puerta de roble con un nueve de bronce en su centro, ubicado encima de la mirilla. Mis pies desnudos reían porque la alfombra los acariciaba como invitandome a seguir y descubrir que se ocultaba detrás de esa puerta. De frente al picaporte dudé si sería lo correcto que mi esquelética mano se posara desvergonzadamente en el. Respiré hondo y abrí la puerta.
 Al ver mis recuerdos ahogarse en brea di un pasó atrás y una correntada cerró la puerta. "Que se joda el viento" pensaba mientras caminaba rumbo al ascensor.

 En el octavo piso no había nada, a excepción de una frase pintada en letras que reconocí al instante, al igual que el sentimiento que me recorrió la espalda en momento simultaneo. Eran letras mensajeras de dolor, borroneadas por demás, tratando de ocultar lo que realmente querían decir. "¿ Podrás recordar los colores del alba al amanecer?". En el elevador, dos lágrimas bailaban por mis pómulos con tal intensidad que podrá jurar que competían y disfrutaban del saber que quemaban mi tez con su salinidad natural.
 Los cuatro pisos siguientes estaban clausurados. Supuse que si se encontraban en ese estado, era porque había cosas que no quería volver a ver, ya que me adormecían el corazón cada vez un poco mas y no era eso lo que quería para mi persona, no ahora.

En el cuarto piso podían observarse fotos de mi niñez, mientras podía inhalarse el olor a café caliente que se desprendía de las paredes para dibujar en mi cara una sonrisa. Me sentí cómodo ahí hasta que, a lo lejos, pude distinguir un sonido familiar. El estruendo seco de la mano impactando la carne produjo un alarido tan agudo que rompió la lampara que estaba encima mío. Comprendí que ese pasillo no era mas que la sensación que me producía vomitar; quiero decir, como se cortaban mis entrañas y resonaba todo en ese espacio vacío que sobraba en mi.
 Volví rápidamente al ascensor dejando la curiosidad de lado, ya que a ese paso jamas iba a encontrar lo que estaba buscando.   

 Llegué al primer y último piso que me faltaba por recorrer, pero no había rastros de nada ni nadie ahí dentro. Sólo estaba yo intentando reconstruir mi cordura. Podía respirar nombres que lograron erizar mi piel y confundir mi interior con manantial de lava hambrienta que su principal y única afición era destruir adolescentes tristes. No había lugar para correr, sólo podía volver al décimo piso e intentar ser feliz de maneras incoherentes, tal y como lo vengo haciendo hace dos años. Me observé en el espejo y comencé a notar mi deterioro interno. No podía reconocerme en el, así que me di la vuelta, resignado, a alejarme de todo aquello y tratar de convencerme, en el camino de vuelta, que era todo era un mal sueño.
  ¿Y que hay de la felicidad que reside en el subsuelo?, me pregunté sin bajar a éste. No lo se y no quiero saberlo. No por miedo al subsuelo, sino simplemente, por el miedo a ser feliz.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Desarme

Sentado en el balcón, con mis pies extendidos sobre éste, apuntando hacia un abismo de unos cuantos metros de alto, me decidí a darme un respiro y contemplar la belleza natural de la noche, mientras una leve brisa acaricia mi cara. 
 El youthanasia sonaba de fondo mientras, al mismo tiempo, se fundía con los incomparables ruidos que anunciaban que el verano estaba cerca: Murmullos, risas, autos yendo a lugares que en éste momento no me interesaban.. De todos modos, no importa, no tienen lugar en ésto. 

 Todo empezó cuando luego de mi sesión semanal de psicología me dieron una triste noticia: "Me voy de viaje unas semanas", expresó ella, con una sonrisa que rebalsaba de felicidad.
 "Está bien", pensé, mientras me carcomía la idea de que las cosas se irían a la mierda en cuestión de segundos. Me convencí frente a un espejo que todo estaría bien, ya que lo peor había pasado. Jamas pude haber estado mas equivocado. Todo ésto, tan solo era, el perfume de la tempestad.

Llegué a casa agobiado, pensando que sería de mi si se presentaba algún tipo de problema, un recuerdo olvidado que volvería de las penumbras de mi subconsciente para crear un nudo en mi garganta y no tener otra opción que intentar vomitar el corazón... Otra vez.  Silencié mi cabeza en una especie de salón a prueba de ruidos, metí la llave en la cerradura, abrí la puerta y entré. 

"Ulii, tenemos que hablar"- Dijo mi eme- angustiada como ya estaba acostumbrada a verla.
Su voz quebrada y su mirada me obligaron a sentarme en el sofá. Sentí como si me hubieran dado una patada en el pecho y no podía recomponerme.
-Las cosas están empeorando, se nota a simple vista. No podemos seguir así, todo repercute en nuestra familia: Tus actitudes, la forma de hablar, lo que escuchas, todo es un problema con vos.
-Claro que lo es- apuré a replicar- las cosas están mal y quizá la mayoría sea mi culpa, sino ¿De quien  mas podría ser?
-No pasa por quien tiene la culpa o no, hay que poner un poco de todos y tratar de sobrellevar las cosas como podamos...

La charla se extendió alrededor una o dos horas, pero no me decían nada que mis oídos no hayan escuchado. Todo concluyó en concurrir a la nutricionista y ver si podía lograr, de una vez por todas, algún tipo de mejoría.

 Esas tres semanas volví a tener trece años; quiero decir, la depresión consumió y descubrí que estaba totalmente solo. Nadie quería escucharme, me encontraba cada vez más sólo rodeado de gente y eso me molestaba demasiado. El resto de la semana sólo fueron silencios incómodos durante la cena y noches de lectura en las sombras de mi habitación, tratando de escapar de y a todo lo que me rodeaba. No quería estar con nadie mas que conmigo mismo, pero simultáneamente no me toleraba. 

"Mi vida es una contradicción constante en la que necesito estar mal para ser feliz, pero está vez no funcionó. Ésta vez mi malestar me genera un odio seco, casi árido, y no puedo controlarlo. Tengo miedo de no poder parar y salir perdiendo una vez más", escribí en mi cuaderno y cerré los ojos, esperando que todo terminara lo mas pronto posible.



martes, 22 de octubre de 2013

Analimia I

Ahí me estaba yo, esperando a que me atienda una joven con mirada rara y aburrida.

-Gutierrez, Ulises- se escuchó desde la otra punta de ese pasillo tan frío como mis manos, y casi tan triste como los pensamientos de mi vieja.

-Bajaste seis kilos en cuatro meses... Es preocupante- dijo después de mi visita a la balanza y darme un chequeo visual totalmente incómodo e innecesario. Pues se notaba a simple vista mi drástico e inusual cambio estético.

 Pero empecemos del principio de todo esto, a esos días no tan lejanos en los cuales no me importaban estas cosas y era un malchico desconsiderado; quiero decir, un pre-adolescente que se quería a si mismo.

 Volvía de Unicenter y me sentí mal. Había comido mas de lo que quise y creía reventar en cualquiero momento. Fue entonces cuando la conocí; sabiendo que si firmaba su contrato, estaría conmigo para siempre. Repasé una y mil veces sus condiciones antes de aceptar. Respiré hondo, cerré los ojos y unté mis dedos en la saliva que segregaba mi garganta.

"Está bien", pensé para mis adentros- "Un par de veces mas y paramos"- continué. Lo que yo pase por alto en ese contrato, fue la clausula que me impedía frenar. Casi sin saberlo me sumergí dentro de una montaña rusa llena de mentiras, atracones, adrenalinda, soledad, encierros y desesperaciones. 

 -"Tenes que tomar vitaminas,y hacer una lista con lo que comes en el día"- La voz de la nutricionista me trajo de regreso a la realidad. Accedí a sus términos sabiendo que no iba a cumplirlos, ya que en el reflejo de su vitrina pude observar el contrato que, meses antes, había firmado.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Conciencia

Una vez mas que me encuentro charlando conmigo a estar horas de la tarde. 

-¿Estás seguro que haces lo correcto?
+Si, supongo que si.. 
-Y.. ¿Qué hay de ellos? ¿Vas a dejarlos así como así?
+Nadie te llamó acá, conciencia, podrías irte.
-Si, podría. Tal así como vos te fuiste. Ademas, me vaya o no, vas a seguir pensando en esto.
+Tenes razón, pero nadie te invitó a "esto". Ya bastante confundido estoy.

Pasaron muchas cosas en estos meses en los cuales estuve inactivo en este blog. Me sentí de mil formas diferentes éste año, a veces bien, otras mal.. Demasiado confuso para ser un adolescente con problemas relativos a su bienestar.
 Hay tantos caracteres y demasiado que contar que no se por donde empezar..
-¿Y si empezas por contarles de tu abandono?
+Yo no abandoné a nadie, así que callate la boca.

La lucha constante de hacerse mal para sentirse bien, sigue estando vigente como si fuera mi sombra. Cada tanto intenta manipularme y llevarme a los vómitos como solía, pero descubrí que soy mas fuerte que eso. Puedo descargar mi malestar en otras cosas como el arte y la escritura.

 También, pude matar a ese monstruo que llevaba dentro de mi cabeza, pero fuera de mi cuerpo; es decir, a ese hijo de puta que me hizo tanto mal. Con el tiempo, voy a asimilar el saber que pude con el y me hice un favor a mi mismo, pero no se si voy a poder asimilar el saber que dejé a mis hermanos también. Es por eso la discusión con mi cabeza al principio de este texto.

¿Está bien lo que hice? ¿Fui demasiado egoísta al centrarme en mi bienestar una vez? ¿Alguien va a estar ahí para atajar mi caída?

No lo sé.