Sentado en el balcón, con mis pies extendidos sobre éste, apuntando hacia un abismo de unos cuantos metros de alto, me decidí a darme un respiro y contemplar la belleza natural de la noche, mientras una leve brisa acaricia mi cara.
El youthanasia sonaba de fondo mientras, al mismo tiempo, se fundía con los incomparables ruidos que anunciaban que el verano estaba cerca: Murmullos, risas, autos yendo a lugares que en éste momento no me interesaban.. De todos modos, no importa, no tienen lugar en ésto.
Todo empezó cuando luego de mi sesión semanal de psicología me dieron una triste noticia: "Me voy de viaje unas semanas", expresó ella, con una sonrisa que rebalsaba de felicidad.
"Está bien", pensé, mientras me carcomía la idea de que las cosas se irían a la mierda en cuestión de segundos. Me convencí frente a un espejo que todo estaría bien, ya que lo peor había pasado. Jamas pude haber estado mas equivocado. Todo ésto, tan solo era, el perfume de la tempestad.
Llegué a casa agobiado, pensando que sería de mi si se presentaba algún tipo de problema, un recuerdo olvidado que volvería de las penumbras de mi subconsciente para crear un nudo en mi garganta y no tener otra opción que intentar vomitar el corazón... Otra vez. Silencié mi cabeza en una especie de salón a prueba de ruidos, metí la llave en la cerradura, abrí la puerta y entré.
"Ulii, tenemos que hablar"- Dijo mi eme- angustiada como ya estaba acostumbrada a verla.
Su voz quebrada y su mirada me obligaron a sentarme en el sofá. Sentí como si me hubieran dado una patada en el pecho y no podía recomponerme.
-Las cosas están empeorando, se nota a simple vista. No podemos seguir así, todo repercute en nuestra familia: Tus actitudes, la forma de hablar, lo que escuchas, todo es un problema con vos.
-Claro que lo es- apuré a replicar- las cosas están mal y quizá la mayoría sea mi culpa, sino ¿De quien mas podría ser?
-No pasa por quien tiene la culpa o no, hay que poner un poco de todos y tratar de sobrellevar las cosas como podamos...
La charla se extendió alrededor una o dos horas, pero no me decían nada que mis oídos no hayan escuchado. Todo concluyó en concurrir a la nutricionista y ver si podía lograr, de una vez por todas, algún tipo de mejoría.
Esas tres semanas volví a tener trece años; quiero decir, la depresión consumió y descubrí que estaba totalmente solo. Nadie quería escucharme, me encontraba cada vez más sólo rodeado de gente y eso me molestaba demasiado. El resto de la semana sólo fueron silencios incómodos durante la cena y noches de lectura en las sombras de mi habitación, tratando de escapar de y a todo lo que me rodeaba. No quería estar con nadie mas que conmigo mismo, pero simultáneamente no me toleraba.
"Mi vida es una contradicción constante en la que necesito estar mal para ser feliz, pero está vez no funcionó. Ésta vez mi malestar me genera un odio seco, casi árido, y no puedo controlarlo. Tengo miedo de no poder parar y salir perdiendo una vez más", escribí en mi cuaderno y cerré los ojos, esperando que todo terminara lo mas pronto posible.